Hoy, más de 90 años después, se reencontraron en el Hogar. María Elena reside desde hace un tiempo en La Merced, y Ana María ingresó en el día de hoy. Bastó una mirada para reconocerse. El tiempo no pudo borrar aquello que nació en la infancia.
Se miraron, se sonrieron y se supieron. Como si los años no hubieran pasado. Como si aquellas niñas del primer grado siguieran ahí, intactas, unidas por una amistad que resistió décadas, silencios y caminos distintos.
Una historia de vida que emociona y recuerda que algunos lazos no envejecen jamás.
