Valor de mujer, fortaleza de madre, armas para buscar y lograr justicia en medio del horror

Nota exclusiva: El DiARIO "Nada más que la Verdad"

El miércoles 11 del corriente se dio a conocer en los Tribunales marplatenses el fallo del juicio que se llevó a cabo a Mario César Luques, acusado de haber amenazado de muerte a su ex mujer y haber violado en reiteradas oportunidades a su hijastra, habiéndosele impuesto una condena de 16 años de prisión.

Se cerró de ese modo una historia con ribetes espeluznantes de agresiones y abusos en el ámbito intrafamiliar, de la que Magdalena Isabel Villar fue víctima y justiciera a la vez, ya que con todo el valor de mujer y fortaleza de madre se animó a luchar para que se hiciera justicia y su ex pareja y victimario tuviese la condena que merece.

Pero para llegar a esta instancia Magdalena y su hija debieron atravesar, en silencio, un verdadero calvario.

Ahora, con la paz que le da el saber que la Justicia reconoció la culpabilidad de Luques y que a partir de ese momento ella y sus hijos pueden comenzar a escribir un nuevo capítulo en la historia de sus vidas, Magdalena se anima a narrar el horror en el que vivió, desconociendo incluso parte del infierno en el que estaba inmersa.

Exudando tranquilidad, Magdalena, acompañada de su abogado, el doctor Eduardo Chávez aceptó dialogar con El Diario y hablar de todo lo que debió cargar sobre sus espaldas durante varios años

DEL AMOR AL HORROR

Magdalena Isabel Villar llegó junto a su pequeña hija de apenas veinte meses hace unos trece años desde el Chaco, su provincia natal, para emprender en el sudeste bonaerense una nueva vida.

Se instaló en la zona de Vivoratá donde conoció a Luques, con quien entabló una relación que poco después los llevó a la convivencia.


«Vivíamos en el campo, éramos peones rurales. Después nos fuimos a vivir a Los Pinos y quedé embarazada de él», narró Magdalena recordando la época en que en la pareja reinaba la felicidad aunque, recuerda, la misma se comenzó a alterar cuando Mario se volcó a la bebida.

«Fueron pasando los años en una relación de pareja normal, alterada cuando él tomaba, ya que se ponía agresivo. Las agresiones eran tanto verbales como físicas», comentó añadiendo que la violencia de su pareja no era sólo hacia ella ya que también resultaron víctimas el propio padre de Luques, ya fallecido y su hermano a quien en una oportunidad recibió un balazo de él.

«Yo aguanté muchas cosas. Lo más grave se dio cuando estaba embarazada de él. Tenía un embarazo de tres meses y en un arrebato de violencia me dio un puntazo en el abdomen. Fue hace más de seis años. Estaban su hermano y su cuñada (casualmente estuvieron en los dos momentos de agresiones más violentas). La herida no fue grave por lo que la situación no fue denunciada ni pasó a mayores», apuntó recordando cómo las situaciones de agresividad se hacían más frecuentes y fuertes.

A la vez, Magdalena, según relató, comenzó a ver que su hija, ya en edad escolar mostraba extraños cambios de conducta. Actitudes y reacciones que la pusieron en alerta en procura de hallar el motivo de esas alteraciones.

«Yo trabajaba muchísimo fuera de casa, y le preguntaba a él (Luques) si notaba algo extraño en la nena, pero él no le daba importancia. Había un señor que le enseñaba guitarra a mi hija y me comentó que ella tenía miedo de volver a mi casa. Eso fue cuando tenía unos diez años. En un momento descubrí que me había mentido (escondía el boletín ) y me molestó mucho. Tuve una reacción impensada y la golpeé. Desde la escuela me denunciaron por violencia y me sacaron a la nena por seis meses que estuvo en Protección a la Infancia. Fue una locura. Luché para recuperarla hasta que lo logré. Volvimos a casa pero ella siempre se mostraba temerosa, rara…», rememora.

Magdalena desconocía por entonces lo que estaba atravesando su hijita, que era abusada sexualmente por su padrastro bajo amenazas de matar a su madre y su hermanito (su propio hijo) si contaba algo.

«Ella escondía lo que estaba viviendo por temor. Yo nunca sospeché que podía estar pasando algo así. Me iba a trabajar y los chicos se quedaban en casa. Cuando volvía todo parecía normal aunque la nena se aislaba a tocar la guitarra, era como su desahogo.

El comportamiento extraño de mi hija se hacía cada vez más evidente pero no podía descubrir el motivo hasta que llegó ese día, el viernes 26 de enero del año pasado que lo descubrí en medio de un hecho violento», afirmó.

LA NOCHE DEL ESPANTO

«Esa noche (el 26 de enero de 2018) estábamos comiendo en casa con mi cuñado, su esposa, un vecino, -fueron testigos claves en la acreditación de los hechos- en un momento noté que le hacía señas a mi hija para que se fuera a dormir, noté un cambio de miradas raras, él estaba tomado y al poco tiempo se fue a acostar mientras nosotros nos quedamos charlando en la cocina, el vecino se fue y yo presentí algo raro, fui a la pieza y lo encuentro sentado en la cama de mi hija , en ropa interior y la nena con los ojos llenos de lágrimas. Pregunto que pasaba a lo que responde que ella estaba con pesadillas y por eso se había acercado. Levanto a mi hija y al preguntarle que había pasado me confesó que la estaba tocando, la llevo para la cocina y mientras tanto él se puso el pantalón agarró una carabina y se quedó en la pieza. En la cocina estaban mi cuñado y su esposa (se quedaban a dormir) que preguntó que había pasado. Cuando le conté me propuso que hiciéramos como que no había pasado nada y al día siguiente hacer la denuncia. Al ir a acostarme él -fuera de sí- se levantó diciéndome «te voy a matar hija de puta» y apuntándome con el arma, yo le pegué el manotazo en el mismo momento en que llegaba el hermano y le sacó el arma. Le sacamos el arma que estaba cargada, la desarmamos, él se fue para la cocina, totalmente alterado agarró un cuchillo para matarme, nos metimos en la pieza cerramos la puerta y de pronto el cuchillo atravesó la chapa. Lo sacaron afuera pero no reconocía nada de lo que había pasado aunque estaba tomado pero conciente de lo que había hecho. Esa noche él se quedó afuera y nosotros dormimos en la casa. A todo esto yo no podía llamar a la Policía de Los Pinos porque son sus amigos…», narró la mujer sin tener noción hasta ese momento que para ella lo peor estaba por salir a la luz.

«Al otro día fui a la Comisaría de la Mujer hice la denuncia por el intento de homicidio. Se comunicaron con la DDI y cuando les dieron la autorización fueron en autos particulares a buscarlo. Él volvía del almacén ( en Los Pinos) caminado como si nada cuando lo apresaron. Después, al revisar la casa comprobaron que el arma ya estaba nuevamente cargada y en su lugar. Lo llevaron y se llevaron el arma imputándolo por homicidio agravado en grado de tentativa», manifestó Magdalena.

LA REVELACION IMPENSADA

Cuando todo parecía llegar a su fin se develó la otra parte del espanto, la que escondía su hija y recién se animó a develar al saber que su padrastro estaba en la cárcel.

«Dos o tres días después de la detención, yo me quería ir a Corrientes. Me decían que levantara la denuncia y me fuera, pero al tener la certeza de que ese sujeto estaba preso mi hija se empieza a desatar. Me dijo: ‘Mamá yo te tengo que contar algo, perdoname porque me callé, no te quería contar para que no te pasara nada para que no le pasara nada a mi hermanito’. Y me cuenta que venía amenazándola y violándola desde hacía dos años. Empezó acontar cosas imposibles de decir, abusos de todo tipo y con mucha frecuencia. Fue algo que jamás pude imaginar. Ahí fue cuando decidí quedarme y ampliar la denuncia. Llamé al Servicio Local esa misma noche les expliqué lo que pasaba y al otro día vinimos a Balcarce. Le pedí (a su hija) que les contara todo, le dije que se quedara tranquila que estaba dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias y así lo hizo», explicó remarcando que en medio de la bronca acumulada al escuchar los padecimientos de su hija «no alcanzaba a entender como ese hombre con el que convivía , con el decidimos tener un hijo, al que le dí todo hizo lo que hizo. Sentí mucha impotencia al haber estado tan ciega ante lo que estaba pasando mi hija. Incluso, ante las actitudes extrañas que mostraba la había llevado a la psicóloga para ver que problema tenía. Le hicieron estudios especialistas sin poder determinar los motivos por los que estaba como estaba. Recién cuando contó todo descubrí el porqué de sus reacciones».

Llegó luego el juicio y el tener que enfrentarse cara a cara con su agresor y violador de su hija. Surgieron entonces, dice, sensaciones de todo tipo.Era como estar frente a un extraño, sabía que es el padre de mi hijo, pero nada más, El estaba tranquilo, como si nada. Yo lo único que pensaba era que fuese lo que Dios quisiera, mientras él me miraba como desafiante, con bronca».

Del juicio surgió la condena, el saber que se hizo justicia y el pensar en comenzar de nuevo.

Magdalena y sus hijos vieron en poco tiempo como su vida había caído en el abismo, incluso un incendio les destruyó la casa (ver aparte), pero como el ave Fénix supieron resurgir de entre las cenizas.

Hoy ven el futuro con nuevas esperanzas.

«Es difícil pero ellos me entienden y entienden que vamos a salir a flote. Ya lo estamos haciendo. Mi hija está súper feliz. Yo estoy contenta porque luché hasta el final aunque deseaba que le hubiesen dado cadena perpetua porque tipos así ya no cambian, siguen siendo la misma porquería, la misma basura de siempre A partir de ahora yo me ocupo de mis hijos, de mi trabajo, quiero darles lo mejor, luchar por ellos. Mi hija ya me hizo abuela… tengo una nieta de dos meses, está con su marido y eso la ayudó muchísimo, está feliz», resumió Magdalena mientras, recién entonces una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. Destacó además su agradecimiento a la comunidad pinense, que -sostiene- «se portó de la mejor manera, siempre apoyándome y más ahora que se comprobó que todo era real».
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