ECONOMÍA BIMONETARIA: entre el relato libertario y la REALIDAD PRODUCTIVA

(Por Principios y Valores Balcarce) - En tiempos donde la consigna es “libertad”, el gobierno nacional parece haber olvidado que la economía argentina funciona desde hace más de seis décadas bajo una estructura bimonetaria: se produce en pesos, pero se resguarda en dólares. Esta dualidad, lejos de ser un capricho cultural, es una respuesta popular a los fracasos reiterados de la política económica.

Sin embargo, en lugar de ordenar esta realidad con políticas monetarias coherentes, el oficialismo libertario ha decidido avanzar en sentido contrario. Bajo el pomposo nombre de “Plan de Reparación Histórica de los Ahorros de los Argentinos”, se pretende incentivar que familias y empresas gasten sus ahorros en dólares —atesorados por decisión propia— en consumo diario. ¿La excusa? Liberarlos de controles. ¿La consecuencia? Una amenaza seria para el tejido productivo.

Se derogaron regímenes de información sobre consumos, transferencias y operaciones inmobiliarias, y se propuso un nuevo sistema simplificado de Ganancias. A primera vista, puede parecer un alivio fiscal. Pero en el fondo, estamos ante un intento improvisado de monetizar la economía echando mano a los ahorros del pueblo. Pan para hoy, hambre para mañana.

La economía no se reconstruye con gasto corriente financiado con dólares del colchón. Se construye invirtiendo. Esos USD 400.000 millones que los argentinos tienen fuera del sistema podrían canalizarse en proyectos productivos —públicos y privados— con mecanismos claros, como fideicomisos internacionales, sin costo de blanqueo. Pero eso requiere visión estratégica y decisión política, no marketing ideológico.

Lo que necesita la Argentina es un Modelo de Desarrollo Permanente y Sustentable (MoDePyS), con eje en la producción nacional. Es hora de que la dirigencia política, sindical, empresarial, social y religiosa se siente en una misma mesa para diseñar el futuro. No hay tiempo para experimentos libertarios con consecuencias venezolanas.

¡Dios guíe a nuestros decisores!

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