(Por Horacio Ciriaco) - Un amigo que siempre frecuentaba la redacción de una revista en la que trabajábamos, y que le gustaba opinar con más énfasis que razonabilidad sobre distintos tópicos del momento, dijo un día, muy suelto de cuerpo, que sólo le faltaba el reporter para ser un cronista. Nos miramos entre los que sí trabajábamos, y nos sonreímos de la ocurrencia. Aunque advierto, ya sin la sonrisa, que esa pretensión de mi amigo está más extendida de lo que se supone.
Si le leyera la nota que escribí bajo el título: “Habla Cristina y queda la sensación que todo terminó”, se podría advertir que lleva una defensa a Cristina por lo injusto de la condena y la pena a la que la someten, y porque en todo caso, esa condena nos condena a todos, por injusta e inventada. Todos estamos en estado de libertad condicional mientras imperen estos mandatos y, gente que -como los que critican- muestren una manifiesta incapacidad para separar los conceptos. Si se mira bien, en la redacción hay una crítica al estado de abandono general de la política y de participación popular en el proceso.
He visto con atención, y también con alegría, que algunas personas han contestado a mi opinión, publicada en una red social de este medio hace unos días. Ante esas respuestas inauguro una suerte de sección en mi larga vida periodística: la de contestar a los dichos que se publican al píe de mi citada nota.
Allí hay varias las opiniones que se vierten, y nunca mejor expresado el término, ya que “verter” es sinónimo de volcar, tirar, esparcir, desparramar; y la verdad es que se han disparado distintos epítetos calificativos, pero que en general no remiten a la opinión de marras y sí al título, cuya interpretación es tan antojadiza como la carga de subjetividad que conllevan. Esto es: decir sin fundamento, porque se confiesa no haber leído lo que se dice. Y como dicen los bogas: a confesión de parte…
Un tal Pavlov desarrolló una experiencia biológica que consistía en tocar un timbre y al mismo tiempo alimentar un perro, midiendo los jugos gástricos que producía el proceso alimentario. Un día Pavlov tocó el timbre, el animal llegó, pero su amo no le dio de comer. No obstante, el animal segregó los jugos gástricos necesarios para la digestión. A esa acción se la llamó “reflejo condicionado”.
Dicho esto, algunos de los críticos padecen de ese reflejo, por lo que si alguien dice: “Cristina “, ellos altisonantemente dirán: “Chorra” … Extraordinaria demostración de los reflejos condicionados en los seres humanos. Maravilla a la que hemos llegado, a partir de distintos mecanismos. Cristina=chorra.
Si esos críticos en vez reaccionar automáticamente, hubieren leído la nota, seguramente tendrían una opinión de mis dichos, quizá más sabrosa en el sentido de la crítica al escrito. Se pierden la oportunidad de decir algo con un sentido más elaborado sobre los dichos, y no sobre las personas que se refieren.
Otros de los que sueltan críticas, hablan sobre mi descripción del estado edilicio del Partido Justicialista, sin entender de que en realidad más que de la sede, se habla del estado de ánimo de los que integramos el justicialismo. Sin embargo, comentan como al pasar que los concejales y otros funcionarios ponen dinero para mantener las actividades partidarias. Algún concepto formal se expresa, pero no es lo que sucede.
Uno de los cometarios, quizás el más atrevido por la carga ideológica que expresa, señala: “que falta agarrar la pala”. Aquí me detengo, porque en realidad aquellos que mandan a utilizar esa herramienta, es porque alguna vez la han tenido cerca, pero claro que fue sólo una vez y para siempre. No advierten que el mandato es una suerte de deseo de castigo, por las expresiones dichas.
En realidad, hay que conocer el mundo del trabajo para advertir que saber utilizar la pala tiene un alto grado de virtud, puesto que si la sabes usar, no te cansa tanto como para diluir tu forma de pensar. En cambio, aquellos que detrás de un teclado tipean afirmaciones de este tipo, es porque lo único que conocen es un ejercicio de permanente de repetición de diatribas, que lejos está de una honrada crítica.
Usualmente, los que mandan a la pala es porque jamás la han usado, y no saben de qué se trata.