Sierras de Balcarce: mirar pero no tocar

Santiago Ortigoza Reguera nos habla sobre la trascendencia de la sierras balcarceñas: … “Son patrimonio de Balcarce y de cada uno de los ciudadanos”, dice, y afirma: “Las sierras son el corazón de Balcarce. Nos dan un sentido de pertenencia único. Entonces, ¿por qué no podemos visitarlas, ni conocerlas?”

Compartimos con nuestros lectores el sentimiento y la propuesta del joven balcarceño: 

“Para las personas que vivimos en Balcarce las sierras que rodean la ciudad son mucho más que una simple figura ondulada que forma parte del paisaje. Son nuestro emblema, nos representan de pies a cabeza, son una extensión más de nosotros mismos, y a esto lo digo sin ruborizarme ni exagerar. Incluso nos jactamos de haber nacido en una tierra que por donde mires nuestros ojos se encuentran con la belleza de esas gigantes rocosas. Las sierras son patrimonio de Balcarce y de cada uno de los ciudadanos. De esa manera lo entendemos, lo sentimos y lo vivimos. 

Pero esto deriva en un problema, un vacío, un conflicto ignorado y que es de suma importancia. Pasa desapercibido porque no se la ha puesto el foco (todavía), no se le echa luz, nadie lo señala, se omite en la opinión pública y en las instituciones que deben representarnos, por lo tanto no existe en la mente de la población la necesidad de resolverlo. 

El problema es que las Sierras de Balcarce, a excepción de un pequeño sector de la Sierra la Barrosa, son privadas. Esto quiere decir que las sierras para todas las personas de Balcarce están prohibidas. Vamos por las rutas y las vemos como detrás de una vidriera o en una exposición de museo, donde al menos la entrada para ver (desde de la ruta) es gratis. ¿Nos conformamos con solo eso? Conformarse con eso suena absurdo hasta ridículo ¿Pero por qué? Porque existe la posibilidad de crear un proyecto Municipal para visitar las demás sierras de Balcarce. Solo falta organización, planificación y voluntad política. Sería muy beneficioso para las personas, el ambiente y la ciudad desde cualquier perspectiva, ya sea educativa, cultural histórica y económica (turismo) conectarnos de manera consciente con nuestro entorno natural y en consecuencia, habitarlo y protegerlo. 

Recuerdo que hace poco se viralizó por las redes sociales una fotografía desde un drone de la ruta 226, la imagen resaltaba la belleza paisajística donde el centro de atención, claramente, eran las colosales sierras. El simple hecho de verlas ya genera una emoción genuina en cada persona, y no hay individuo que no se emocione o genere algún tipo de admiración cuando cruza la ruta rodeada de sierras ¿Cuánto más hay por descubrir más allá de la mera observación y fascinación? La importancia de las sierras y su valoración está ligada a la exploración del territorio serrano, de conocer sus ecosistemas, su fauna asociada, vegetación, polinizadores; experimentar sus caminos, ondulaciones, sus recovecos o cuevas secretas. El sentimiento de estar a la altura de las aves, en contacto con la tierra, un manantial escondido, sentir la temperatura de las rocas, examinar las infinitas texturas que nos ofrecen y respirar un aire más puro y libre del que uno puede respirar en la ciudad son por el momento experiencias negadas para los habitantes de Balcarce.       

Tendremos que aprender más de ellas, las sierras, donde lo natural y lo humano se conjuga en una misma idea o una misma palabra, y nos evoca a un nuevo paradigma. ¿Se imaginan poder hacer actividades colectivas o individuales al aire libre en distintas Sierras de Balcarce? Poder acampar, realizar caminatas, hacer avistajes de aves, fotografiar la naturaleza, que los deportistas puedan realizar sus diferentes ejercicios, etc. Evidente es que realizar actividades recreativas en ambientes naturales es sinónimo de salud.    

Adentrarnos a las Sierras es también adentrarnos un poco más a nosotros mismos, es adentrarnos a nuestra historia primigenia, nuestra historia animal, y sobre todo, nuestra historia humana social. Las sierras son el corazón de Balcarce. Nos dan un sentido de pertenencia único. Entonces, ¿por qué no podemos visitarlas, ni conocerlas?”

Santiago Ortigosa Reguera

Balcarce, Bs As

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