Con el objeto de transformar la economía del país y convertir a la Argentina en la vieja factoría colonial exportadora, las Fuerzas Armadas implementaron un plan sistemático de persecución, secuestro, encierro, tortura, exterminio y desaparición de los hombres y mujeres que consideraron riesgosos para la concreción de sus fines.
Se apoderaron de recién nacidos, suprimieron su identidad, negaron conocer el destino de sus víctimas e implantaron el miedo y las doctrinas económicas de la constante elite.
El despilfarro, el endeudamiento, la censura, el oscurantismo, el engaño, el exilio, la sospecha, el empobrecimiento, el abuso, la mentira y el terror fueron parte de la realidad por ellos impuesta en cada día.
Luego de más de cuatro décadas, ese pasado aún estremece. Queremos convencernos de que no volverá.
No obstante el presente inquieta, y el futuro hoy aparece incierto.
Inquieta nuestro presente porque la ultraderecha, heredera de los peores tiempos, avanza -dentro y fuera- ganando lugares.
Preocupa el futuro de nuestra sociedad porque esa ultraderecha usufructúa los mecanismos de nuestra democracia para avanzar en sus objetivos autoritarios y antidemocráticos.
La ultraderecha alienta un individualismo reaccionario, intentando imponer una sociedad de elitistas, cuyos valores principales son la competencia y la meritocracia.
La ultraderecha promueve el libre mercado compuesto por políticas neoliberales de ajuste, opuestas al Estado de Bienestar, cuyo valor principal es la justicia social.
La ultraderecha se opone a la inmigración de latinoamericanos por considerarlos inferiores.
La ultraderecha rechaza las cuestiones vinculadas a las minorías de género y promueve el odio racial.
La ultraderecha impulsa una alianza con los grupos económicos dominantes y con los sectores religiosos, tanto cristianos como evangélicos.
La ultraderecha también intenta sumar a esa alianza a las empresas multinacionales, a los medios de comunicación concentrados y a buena parte del poder judicial.
La ultraderecha alienta manifestaciones de sectores claramente autoritarios y de minorías policiales.
La ultraderecha acude a conceptos simples y fáciles. No apela a la razón. Apela a la emoción.
La ultraderecha atenta contra la honra de las personas que se atrevan a resistir a sus intereses.
La ultraderecha denigra a los líderes populares capaces de organizar el accionar de los humildes.
La ultraderecha se vale de las redes sociales para atrapar inocentes y confusos usuarios.
La ultraderecha miente, engaña y desinforma. Finge condenas al narcotráfico, a la violencia y a la corrupción con el fin de colonizar las mentes.
La ultraderecha avanza notablemente en Europa, pero también en América.
La ultraderecha promueve el negacionismo y amenaza a la democracia, 46 años después que sus antecesores argentinos la destruyeran.
Ante ello, desde la Regional Balcarce elevamos nuestra inquietud sobre el presente de nuestro país y de buena parte de la humanidad, y expresamos nuestra preocupación sobre su futuro, ensombrecido por el avance de esos sectores aún minoritarios, pero tal vez capaces de vencer y convencer a significativa parte de los pueblos.
No deseamos revivir aquel pasado atroz, con parecidos personajes de mejor apariencia. Queremos un presente con la plenitud del estado de derecho y con justicia social; y queremos un futuro con más democracia.
Rindiendo un homenaje a nuestras desaparecidas y desparecidos, a 46 años del golpe genocida recordamos su ejemplo de vida y compromiso por la igualdad.
Una vez más afirmamos: “Nunca más”
¡¡¡Memoria, Verdad y Justicia!!!
30.000 compañeras y compañeros desaparecidos: Presente!!!
