Trabajó en su casa de calle 106 entre 17 y 19, para lo cual invirtió dinero propio y mucho de su tiempo.
Cuentan que las nenas y nenes ayer visitados por ella, dibujaron una afectuosa y prolongada sonrisa ante la recepción del inesperado regalo.
Sin duda, el gesto de amor evidenciado por Romina merece nuestra consideración y gratitud.