El gesto de la deportista Kiara Ponce: “Cuando la empatía vence al miedo”

Queremos compartir una historia que ocurrió ayer por la tarde, protagonizada por la karateca Kiara Ponce.

Ella regresaba de la ciudad de Tandil, luego de haber asistido a un entrenamiento de karate, acompañada por su mamá. Mientras transitaban por la Ruta Nacional 226, a la altura del INTA de Balcarce, observó a un hombre mochilero que caminaba por la banquina, acompañado de su mascota.

Como suele suceder en estos casos, cualquier persona duda antes de ofrecer ayuda a un desconocido, sobre todo por los tiempos que vivimos y la inseguridad que a veces nos paraliza. Sin embargo, Kiara no lo dudó. Le preguntó hacia dónde se dirigía, y el hombre respondió que iba camino a Mar del Plata, a pie.

Él no pedía más que un tramo, lo que pudieran alcanzarlo. Entonces lo llevaron hasta la intersección de las rutas 226 y 55.

Durante ese lapso, el hombre les contó que venía desde Córdoba y que hacía 45 días había salido desde Mar del Plata. Dormía en carpa al costado del camino, entre los árboles, avanzando de ciudad en ciudad, con su fiel compañera de cuatro patas “Floripa”.

Al llegar al destino, el mochilero agradeció a Kiara con una sonrisa sincera y continuó su camino.

Una vez que al mochilero, lo habían dejado en la intersección de las rutas 226 y 55, la deportista subió al auto, rompió en un llanto desconsolado. Lloraba por haber tenido que dejar atrás a alguien muy especial en su camino hacia Mar del Plata.

Cuando llego a su casa, con profunda emoción, contó su historia y lo que había vivido, la familia no dudo ni un segundo y decidieron regresar y buscar a esa persona para llevarlo juntos a su destino.

No podían permitir que se vaya caminando, lo llevaron a Mar del Plata para que pudiera reencontrarse con su hija, con sus amigos, con su gente. A veces, un simple gesto puede cambiarlo todo.

Quizás sea una historia simple, pero también es una muestra de que todavía hay quienes eligen ayudar sin prejuicios, y de que los caminos no solo unen distancias, también personas.

Kiara no solo volvió de un entrenamiento. Volvió con una historia que, de alguna forma, la transformó. Porque a veces, un pequeño gesto en el camino, puede dejar una gran enseñanza.

No todos los días uno cruza caminos con alguien que decide salir a recorrer el país con lo mínimo, confiando en la bondad de los desconocidos. Ese hombre, con su mochila al hombro y su perrita como compañera fiel, no solo caminaba rutas; caminaba la vida con una valentía que conmueve.

La historia quedó dando vueltas en su hogar, como esas anécdotas que uno sabe que va a volver a contar. Porque más allá del gesto de haberlo llevado un tramo, lo que quedó fue la enseñanza: en tiempos donde prima la desconfianza, todavía hay lugar para la empatía, la solidaridad y la escucha.

A veces, un simple “¿a dónde vas?” puede convertirse en un puente entre dos mundos. Y eso, en sí mismo, ya es un acto de humanidad.

“Un día a la vez”

La historia que vivió Kiara Ponce nos deja algo más que un momento emotivo; nos deja una enseñanza profunda.

Ese hombre mochilero que encontró en el camino les recordó, con sus palabras simples pero sabias, que la vida hay que vivirla así: un día a la vez.

Y tal vez ahí esté el verdadero secreto: en valorar lo cotidiano, en mirar al otro con humanidad y en seguir caminando con esperanza por el resto de nuestra vida.

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