Opinión: Mario Ávila, preso y esposado

Como si se tratara de un hombre de baja estofa, como si se tratara de un delincuente de los más comunes, como si los actos de su vida, de su vida del cotidiano y de los excepcionales, alguna vez hubieran estado reñidos con los valores de la sociedad en la que vivimos, y que él vive. Su voz en todo caso ha sido siempre una esperanzada prédica en pos del bien común.

Que este mundo está trastocado no es una novedad para nadie, que tampoco es nuevo, pero la diferencia con otros tiempos es la cada día más lejana ilusión de la vida en democracia. El hecho que acabamos de ver y sentir con la detención de Ávila torna todo más preocupante, y pone en el pago chico las figuras que nos grafican otros episodios que ocurren y han ocurrido en nuestra Patria, pero que siempre nos han parecido lejanos y ajenos.

El mundo de la violencia institucional ha puesto en un hombre trabajador de nuestro medio, las esposas y el encierro preventivo, en una medida absolutamente improcedente, puesto que cualquier manual determina con precisión las razones por las cuales una persona debe ser detenida y encarcelada, y desde la mirada de quién escribe, de ninguna manera aplican al caso Ávila.

Pero claro es que si no se contextualiza, es muy difícil de entender el hecho fáctico, por el que se lo acusa. Lo cierto es que estalla un tablero eléctrico en Hospital municipal, lugar en el que Ávila desarrolla sus labores, en dependencia de mantenimiento, por las tareas rutinarias como personal de esa especialidad, junto a otros compañeros, deben de limpiar los pisos, para lo cual obviamente se requiere de agua, y algún otro elemento. El tablero de marras está, según los dichos del personal, a aproximadamente a un metro de altura del piso, por lo cual, es imposible que llegue el agua al mismo. Cabe destacar que esa limpieza es de rutina por lo cual es fácil deducir que debieran haber ocurrido más de un episodio similar. Pero no. Este es un suceso único.

Se ha dicho, y como único fundamento, -por lo menos conocido- que Ávila arrojó un balde de agua sobre el tablero. Debe saberse, que dichos tableros tienen protección para evitar precisamente estos incidentes; de manera que el agua ha violentando todas las seguridades que los mismos portan. Llama la atención este detalle, ya que se hace poco verosímil, el hecho en sí. Nada se conoce aún de las pericias absolutamente necesarias para determinar que efectivamente la explosión fue producto del agua, y no por otra causa; entre las cuales, los trabajadores indican que ese tablero hace años que no se le hace debido mantenimiento; y que no debe llamar la atención ya que por el calor es bastante común que los transformadores terminen explotando.

Pero esto no es todo, Mario Ávila es un hombre comprometido con su comunidad; vale recordarlo en el momento en que el macrismo reinaba en el país y reinaba en nuestra ciudad, cuando las tarifas de los servicios públicos se hacían impagables por aumentos absolutamente demenciales, que sólo beneficiaban a un sector de amigos que eran parte del reino de los privilegios; logrando que un número de más de 15 mil balcarceños lo acompañáramos firmando con el sentido de protesta que esto implicaba. “abrieron la Banca” en el Concejo Deliberante, para que explicara su accionar, otorgándole, la friolera de 4 minutos, para que se explayara. Absurda forma de practicar las nuevas formulaciones de la democracia participativa. Cuando los reclamos eran tan extendidos como justos. De allí salió Mario Ávila con el sabor amargo que significa que lo instituido raras veces escucha razones justas.

Pero no es la única intervención, continuó incansablemente con ese propósito; los resultados son los que son, pero no hacen más que poner en un lugar destacado de coraje y valentía cívica del accionar del acusado. Luego, ingresa a la tarea gremial, el sindicato advierte los valores y la capacidad de lucha y lo suma a las filas del mismo, terminando en calidad de delegado en el Felipe Fosatti.

Desde ese lugar, actúa en defensa de sus compañeros coherentemente; logra, o por lo menos hace todos los gestos posibles, para que la anterior directora de los Geriátricos presentara su renuncia. La misma es acusada por el personal de los mismos como una persona absolutamente autoritaria y con desprolijidades de la cosa pública. En otras oportunidades ha tenido enfrentamientos con el director del Hospital por otras cuestiones, pero lo cierto es que siempre está en la primera línea de batalla.

Puede al describir este contexto, pensarse en Ávila como un hombre violento, como un hombre desaprensivo. Francamente no, nada hay que comprometa a Mario Ávila con la acusación, nada está demostrado, lo que si se preanuncia es que se ha transformado en un perseguido político, que sus acciones han terminado por fastidiar a los que se fastidian; que la acción y la violencia institucional como siempre se dice, no tiene la misma vara para los que bregan por la justicia social, como para los que están por encima y por afuera de las leyes. Mario Ávila termina preso y esposado, para hacer del él el símbolo de la amenaza para los que se atreven. La democracia, la vida en la comunidad requiere urgentes revisiones, y no se puede admitir estos abusos contra todo aquel lucha.

Horacio Ciriaco - Juan Fraiz - Paty Ponce

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