La historia (delictiva) vuelve a repetirse

Una persona mayor que sale, a la noche al patio de su casa y es sorprendido por un malviviente que lo reduce y le roba.
Es el resumen, calcado, de una innumerable cantidad de hechos delictivos que se vienen registrando desde hace ya muchos meses en nuestra ciudad y que, una vez más ocurrió en perjuicio de un matrimonio de avanzada edad.
El hecho tuvo lugar el jueves de la semana pasada, aunque no trascendió pese a que en su momento hubo un fuerte despliegue policial.
Antonio Méndez (90) y su esposa, María Clemente (88) fueron los desafortunados protagonistas del ilícito que tuvo lugar en su domicilio de avenida del Valle entre 8 y 10.
En diálogo con El Diario, narraron lo sucedido indicando que esa noche, alrededor de las 22, Antonio salió al patio de su casa para depositar unos residuos, tarea que hace habitualmente, cuando de pronto se vio sorprendido por un sujeto encapuchado que salió de entre las plantas y lo redujo abrazándolo y tapándole la boca.

Alertada por los ruidos y ante el temor de que su esposo se hubiese descompensado, se asomó María quien a su vez fue abordada por otro sujeto, también encapuchado, que apareció subrepticiamente.
Tras obligarlos, en buenos términos, a ingresar a la casa, los desconocidos, jóvenes de entre 18 y 20 años, según estiman las víctimas, sin agresividad comenzaron a exigirles dinero.
Antonio fue obligado a sentarse en un sillón y le ataron una mano al apoyabrazos, aprovechando a sustraerle el anillo matrimonial.
Mientras uno de los desconocidos se quedó a su lado, el restante, munido de un cuchillo, obligó a María a acompañarlo a recorrer los distintos ambientes en procura de hallar dinero.
Sin violencia hacia el matrimonio pero generando un desorden descomunal, incluso rompiendo algunos objetos a su paso, reclamaba plata, mientras recibían como respuesta que sólo había el poco dinero del que ya se habían apoderado.
"Había relojes y otros objetos de valor, pero no tocaron nada, solo querían dinero y oro", puntualizó María añadiendo que a ella la obligaron a sacarse la alianza y entregárselas.
Alrededor de media hora duró el padecimiento. Si bien en todo momento los malvivientes se mostraron amables, el temor de aluna reacción siempre estuvo latente, hasta que, viendo que ya su "trabajo" estaba hecho, optaron por salir por la puerta delantera de la vivienda, que la propia María les abrió (y hasta les ofreció asomarse ella primero para asegurarles de que no había nada que les impidiese huir).
Pasados unos minutos. Antonio, desde el patio avisó a un vecino que de inmediato llamó a la Policía y a los hijos de los damnificados.
"La casa se llenó de policías, estuvieron revisando todo unas dos horas. Decían que tenía que llegar el perito y cuando apareció estuvieron dos horas más", narró Antonio, comentando que se atrevió a decirles que "lo que ustedes están haciendo no sirve para nada".
Eran más de las dos de la madrugada cuanto finalizó el operativo, pero hasta la fecha no supieron si hubo algún avance en la investigación.
Quedó, como en la mayoría de los casos, el sabor amargo de todo lo que les tocó vivir y el "alivio" de que "al menos" no fueron agredidos.
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