Aquel día una incalculable multitud de trabajadores argentinos, guiados solamente por su afán de comenzar a ser parte de la vida política, económica y social argentina, se movilizaban espontáneamente a Plaza de Mayo para pedir por la liberación de quien sería el guía y jefe espiritual, electo luego tres veces como Presidente de la Nación: el por entonces Coronel Juan Domingo Perón, quien había sido separado de su cargo y encarcelado en la isla Martín García.
La histórica Plaza estuvo colmada por hombres y mujeres que querían dejar de ser espectadores para transformarse en actores de la vida nacional, reclamando un derecho que les correspondía, pero que sistemáticamente se les venía negando.
Hoy, 72 años después, todos quienes decidimos asumir el compromiso con los ideales que movilizaron a aquellos argentinos, y que no son otros que los de trabajar en favor de quienes lo necesiten, debemos renovar nuestros esfuerzos por una Patria más justa y solidaria, donde las banderas del Justicialismo contribuyan a su bienestar general y a su engrandecimiento, sin odios, rencores, ni “grietas”, que nos impidan lograr el objetivo de ver en el futuro la Argentina que nuestros hijos, nietos y próximas generaciones se merecen.
