Evidente estado de abandono presenta el autódromo

Gentileza Accion 5

El predio no ofrece ningún tipo de servicio esencial, condición que se hace notoria cuando allí se realizan eventos. En boxes hay mugre, roturas, estructuras oxidadas a punto de caer y pastizales. Las banquinas muestran falta de mantenimiento. INFORME.

De sus 16.500 días de vida, (45 años, 2 meses y 4 días) lleva 1954 completamente inactivo de eventos automovilísticos de competición. Le postergaron la actividad motor  muy probable (Picadas y Rally) durante los últimos seis domingos y no fue tenido en cuenta en la FNA25 (una vez más). Que no tenga actividad no es excusa para mantenerlo en el estado de descuido que presenta, propio de la desidia del gobierno y/o comisión de turno. El Autódromo Juan Manuel Fangio está en su peor momento, sin dudas. Recorrerlo ya deprime de movida. Ya no es el gigante que nos recibe pleno con esa tremenda pista y el murallón de Sierra La Barrosa que nos recuerda cuan pequeños somos los hombres ante la naturaleza. El pastizal amarillento se entremete en sus venas.

Gomas tiradas, mugre, algún perro viejo que lo recorre con la misma parsimonia con la que se trabaja en él. La pista es lo mejorcito que le queda, porque el horror más grande está justamente en el lugar más chico del autódromo: los boxes. Hoy en día no se puede hacer ningún evento extra automovilístico sin usar esa parte del autódromo. Y es justamente la que peor estado presenta. Pastos viejos y largos, de varios soles; tarros de basura hasta la coronilla, roturas peligrosas y puertas atadas con alambre. Las barandas y escaleras no ofrecen ninguna seguridad desde sus pieles corroídas. No hay agua, ni luz, ni Wi-Fi, servicios esenciales para la realización de un evento o recepción de gente. Para ir al baño hay que pedir un tarro con agua sacada de un tanque contratado.


 Roturas en el asfalto que hacen trastabillar a más de uno, senderos con pasto e incluso pastos en las banquinas, al peligro de ofidios u otras alimañas. Bajando a pista por la escalera de piedra, aún puede verse la protección y rampas del último Rally de Mountain Bike, realizado… hace 3 años. Recorriendo el circuito el panorama es más deprimente. Las torres de banderilleros se pierden entre los pastos amarillentos detrás del guardrail. Estos ya no lucen están tapados por los pastos y descoloridos. Los “pianitos” confunden el tono albirrojo en un blancuzco mustio y sucio. El puente del que cuelga irónicamente el mortecino letrero “Municipalidad de Balcarce” esta despintado, con grietas y humedad propia de una vertiente que baja de la sierra.

 Caminar la pista entre todo ese silencio y pobreza de mejoras es triste. Para quién palpitó allí grandes batallas de fierros, pontón a pontón, rueda a rueda solo advienen pensamientos negativos y creciente resignación. Duele pensar que quién no lo conoce llegue y se encuentre con ese panorama con olor a “guerra perdida”, o más aún que un chico de 10 años no sepa de la emoción que se siente con el rugir de auto en velocidad. No es el referente turístico de otrora años atrás. Avergüenza recibir al turista con ese panorama sombrío a pesar del sol. No es el autódromo que queremos. Allí, donde el ruido es rey, el silencio mata, dando paso al abandono y la melancolía. Y la sierra lo sabe, es implacable, y si no se le “hace frente”, destruye de a poco, siempre.

 ¿Qué hacer? Al gobierno actual no parece interesarle. Presentamos tres veces un proyecto para su uso permanente y ni siquiera fuimos convocados para trabajar en conjunto por el mismo. Los “cinco minutos” del Concejo Deliberante fueron solo eso... y nada más. La Comisión del Autódromo anterior no hizo nada, solo embarrar la cancha. La actual, de “un hombre solo”, aunque apasionado, tampoco puede hacer demasiado. El gigante se sigue cayendo. No le meten ideas, cosas nuevas. No hay un cristal sano en todo el autódromo. ¿Qué decir de lo que queda?: que tiene los días contados, no hay atisbos de mejoras. Dicen que pedir no cuesta nada… lo que cuesta es ser leídos y escuchados. Sobre todo por una gestión que no lee ni escucha.

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